"¿Nunca os habéis cruzado con alguien a quien
no deberíais haber puteado ?... Ese soy yo" (Gran Torino, Clint
Eastwood, 2009) Tres mujeres muertas en cuarenta y ocho horas en un solo fin de
semana. Los homicidas usaron en dos casos armas blancas y en el último caso la
mujer falleció a causa de los golpes. “Matar
a un hombre es algo despreciable. Le quitas todo lo que tiene, y todo lo que
podría llegar a tener.”, (Sin perdón, 1992). Ana María Enjamio tenía
veinticinco años. Regresaba de la fiesta navideña de su empresa y el hombre
cuya relación había zanjado la misma Ana María la apuñaló hasta la muerte. Fue
encontrada en el portal de su casa en medio de un charco de sangre. “Eres una mierda, y a una mierda sólo le pueden
ocurrir dos cosas: que la pisen o que la recojan con una pala” (El
Sargento de hierro, 1986). Ana María había construido un futuro prometedor y
fuera cual fuere su futuro real, ella ya había edificado una expectativa feliz
para sus días.
La joven de
nacionalidad rumana E.M.M. recibió al menos entre cinco y seis puñaladas en el
salón de su vivienda, una de ellas en el abdomen, tres en el tórax, por la
parte posterior y una en el cuello. El
homicida se dio a la fuga. “Alguien
dejó la puerta abierta y entraron los perros equivocados en casa” (Infierno
de cobardes, 1972). Si no es la ley debe ser la ira, emoción legítima que debe
ser controlada para ejercer una buena defensa frente a la costumbre de
matar a mujeres desobedientes. Los hombres que matan a sus mujeres se sitúan en
un plano superior de detentación y se consideran investidos de la facultad de
castigar la desobediencia. No matan por desamor, ni por un insano sentimiento
de justicia, matan para castigar la desobediencia. Esa perversa obediencia
implícita que se exige a las mujeres mediante actitudes, acciones u
omisiones, cala los huesos de las
costumbres sociales. "Por
encima de todo, protégete a ti mismo", (Million Dollar Baby, 2004)
En
Alicante fue grabada por las cámaras de seguridad la humillante paliza a una joven en la
que se veía como el maltratador la tiraba al suelo y la arrastraba. La víctima
continúa negándose a declarar porque padece miedo fundado a que su pareja le agreda de nuevo. “Morir no es
forma de vivir” (El fuera de la ley, 1976). La rebelión se empuña y se
ejerce. Los minutos de silencio y los aplausos de después son encomiables como
gesto pero ineficaces para quien mata apuñalando, golpeando o incendiando a la
mujer que posee. No son suficientes las camisetas con mensaje, ni el encendido
de velas "Prepara tres cajas,
dijo mirando al enterrador del pueblo” (Por un Puñado de Dólares, 1964) Es
necesario mejorar con preparación, estudio, formación y valentía más que nada
porque resulta increíble cuánto enfada a un maltratador que su mujer –algún día
debió escriturarla- le supere. "El mundo se divide en dos, Tuco: los que
encañonan y los que cavan. El revólver lo tengo yo, así que ya puedes coger la
pala" (El bueno, el feo y el malo, Sergio Leonne, 1966)
Miss Sarajevo
U2 y Luciano Pavarotti