martes, 23 de mayo de 2017

Los libros que no leí

Señor en torso dispuesto a salvar a la cristiana

Fueron ellos -los libros- quienes me leyeron a mí

En la portada de aquel libro había una mujer semidesnuda. Sus manos estaban atadas con guirnaldas de rosas a los cuernos de un toro grandísimo. Las rosas tapaban candorosamente las partes pudendas de la doncella. Era una edición muy vieja del libro Quo Vadis. El libro me daba mucho miedo porque el toro era enorme y parecía un monstruo. Unos meses antes de hacer la primera Comunión pregunté por qué esa mujer estaba atada al toro: “porque es una cristiana” me dijeron. Hacia mayo más o menos, mediante el sacramento de la Comunión, yo también sería una cristiana. Bastante más cristianas que antes. No pude leer ese libro.
 
Podría llamarse "Manual de adoctrinamiento simplón"
Me confundió bastante el libro Manual de la Historia de España, (1939). Constaba de tres partes y el título de la primera parte se llamaba “España, Una”. A mí me faltaba un sustantivo en el título: ¿una qué?, ¿una calle?, ¿una señora? No entendía nada y aun así intenté leerlo. El capítulo denominado “España Una” se centraba en narrar una conquista detrás de otra. Nombres, fechas y episodios de gente valiente con espadones corriendo por los campos. Un aburrimiento. No pude continuar con la lectura aunque lo intenté. Por eso no pude enterarme de los otros dos capítulos que se referían a lo Grande que sería España después y, finalmente, el capítulo de la apoteosis de felicidad que trataba de la España libre.
 
Rasputín mirando fijamente mientras bendice
Una mujer vestida con muchísima falda y velos aparecía en la portada del libro Rasputín y la Zarina, cartas de amor de la última zarina. Detrás de la referida zarina, sobre fondo rojo y aire fantasmal se dibujaba la cara temible de Rasputín. Una edición de 1.962. La zarina se describe en el libro de esta guisa: “reclinada sobre un diván de terciopelo gris, en una gran habitación tapizada de tonos gris y violeta, rodeada de flores blancas y cubierta ella misma por un largo peinador de encajes sobre el que resalta el fino irisado de su legendario collar de perlas...”. Esto es tumbarse en un sofá con gracia y estilo.
 
La zarina sin recostar pero con perlas y velos
Confieso que me gustaba la idea de verme rodeada de flores blancas, cubierta yo misma con un largo peinador de encajes y con un legendario collar de perlas. Pero el sueño se rompía en cuanto me veía en medio de las flores con mis gafas de gobernante de la ONU (eso decían mis hermanos sobre mis gafas) y mis zapatos de cordones marrones. En la introducción del libro constaba fehacientemente que Rasputín pervirtió la bondad de la zarina. No entendí en qué consistía exactamente pervertir la bondad de alguien y doy fe de que le di vueltas a esta cuestión. Ahora, mis ojos cansados no me permiten perder tiempo en leer algo que no sea muy bueno. Pero amenazo con leer esas cartas. Prometen.

Laurel y sangre 

Había por allí una edición de 1940 de un extraño libro llamado Laureados. La introducción explica: 

He recogido para vosotros -queridos niños- la historia verdadera y reciente, cuando la tierra está mojada todavía por la sangre, y no cicatrizaron las heridas y las trincheras permanecen aún abiertas en los campos….”.

Después explicaba por qué la sangre no estaba aún reseca y dedicaba un capítulo a las hazañas bélicas de cada uno de los cincuenta señores laureado. Las ilustraciones son fascinantes. También intenté leerlo a mis diez años pero la cuestión de la sangre -bien fresca o bien reseca, según el caso-, me confundía mucho y lo dejé.
 
Las manos de Humprey Bogart
Conservo todavía ejemplares de ediciones de aquellos años: El Libro de la Selva (1.964), Tratado de Taquigrafía Castellana (1.883), Las Recreaciones Científicas (1893), Discursos de Castelar (1.874), etc. Siempre pensé que tuve una niñez normal. Sin embargo, las habitaciones ocupadas por libros pesados, las mesas pequeñas con libros apilados, todos estos objetos me hablan de una infancia diferente y buena. Los libros siempre fueron la mejor herencia. Bueno y también un curioso marcapáginas hecho con un paquete de tabaco Bisonte.

Zaz
Je veux