Ya no se le encogía el estómago cada vez que oía su voz. Todo el campo tronaba cada vez que él hablaba y su cuerpo pequeño tiritaba de miedo cuando él gritaba. Ya no habría más lluvia fría en la calle cuando ella no llevaba zapatos.
Ya no se le cortaba la voz ni se le asfixiaban las palabras cada vez que le oía llegar. Huía a la parte de atrás de la casa cuando paraba el coche y se oían las llaves de la entrada. Se paralizaba la vida y se morían las muñecas y las frutas.
Ya no sentiría la observación punzante en la ESPALDA cuando él guardaba silencio. Ya NO habría enjuiciamiento silencioso. Ya no olería el salitre de los pensamientos de aquel hombre y que escocía en cualquier idea. Ya no habría más nieve en los muslos.
Ya no sentiría que caminar era un pecado y que reír era ridículo. No envolvería su hambre en halagos para que él no gritara. Ya no dormiría entre dos líneas rectas heladas para cumplir sus reglas.
Podría abandonarse en el suelo y jugar con los gatos y morirse de risa. Podría comer pasteles de besos y licor de amapolas y conducir sin carnet. Podría reírse de los hombres serios, de las mujeres obedientes y sembrar limones en las ventanas.
La vida se había quitado el velo de medio luto. Ahora podría tirarse al agua y nadar con el Sol y la alegría. El cielo por fin era azul.
No hay comentarios:
Publicar un comentario