Relato nacido de un sueño
Cuando llegó a la casa de su peluquero no esperaba que le recibiera Dalí tan amablemente. Accedió por un pasillo estrecho y vulgar con una puerta también vulgar. Después entró a una galería sorprendente tomada al asalto por desmesuradas y apretadas rosas verdes que trepaban por las paredes. Dalí había pintado su terraza con rosas naif que rebosaban por las barandas y que nacían del sumidero del patio.
Le hizo sentarse en una silla parecida a las que usan los
oculistas, pero esta silla tenía huesos, articulaciones y parecía un animal
disecado. “Apoya la barbilla aquí”,
le dijo. Como si fuera un oftalmólogo dispuesto a realizar un examen rutinario,
dirigió su barbilla hasta colocarla en una copa de cristal suave. Con una regla
de madera que olía a colegio antiguo Dalí comenzó a medir la distancia entre sus ojos,
la altura de su nariz, la anchura de sus pómulos e iba anotando los datos en un
lienzo en el que aparecían letras chinas.
Ella no entendía por qué este peluquero no se situaba
detrás de ella como lo hacen todos los peluqueros, ni por qué no había un espejo en la
pared frontal como en todas las peluquerías. Aun así, fascinada por la
precisión de los dedos de Dalí, se acomodó en la silla con huesos.
El peluquero arrastró todo el cabello hacia delante como
si sus dedos fueran un peine y humedeció la cabeza ayudándose con una tetera
pequeñita en la que dijo haber hervido juncos con recuerdos de peces. Del pelo
caían gotas de color rosa que sabían a vino. Las manos de Dalí cubrieron poco a
poco toda la cabeza porque, -no recuerda bien- sus dedos se prolongaban en
otros dedos, como si fueran pinceles larguísimos. Cuando el pelo caía al suelo se
convertía en hormigas que caminaban rectas hacia un lienzo blanco en el que, al
fin, quedaban quietas y dormían.
Una vez terminado el corte de pelo, Dalí le dijo: “ya he terminado. Mírate en el espejo” Y
cuando ella se miró no vio su imagen porque en el espejo solo había niebla
dulce. Sus risas debieron escucharse en la galería ya que enseguida entró una
enfermera que la invitó a salir. De nuevo quedó sola en otra terraza donde Dalí
había pintado espigas tan altas que sobrepasaban los muros. Sabía que había
quedado muy guapa.
"En los sueños me he sentido muchas veces llevado por un extraño instinto que me impulsó a escribir"
Goethe
"Somos del mismo material del que se tejen los sueños. Nuestra pequeña vida está rodeada de sueños"
William Shakepeare
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