martes, 6 de octubre de 2015

La carrera



 “¡Vamos chicas, que sólo os queda la cuesta!”. Alentador e irónico comentario en el kilómetro 1 de algún espectador de la Carrera de la Mujer en Alcázar de San Juan. Esta carrera se corre al mismo tiempo que la XIX Media Maratón Memorial Mariano Rivas Rojano. Y, efectivamente, a lo lejos, en la cuesta, se podía ver a más de ochocientos corredores de colores, con un movimiento uniforme y un pensamiento también uniforme: la meta. La valentía del corredor consiste en enfrentarse a ese simulacro de la vida que es una carrera. En una carrera se nace al cruzar la línea de salida, pero antes se ha producido la gestación inherente al entrenamiento.

En atletismo no existe el parto sin dolor y por eso el sudor durante la carrera corresponde al dolor ya sufrido durante el entrenamiento. Un largo entrenamiento que supone la superación del dolor, del frío, del calor y, peor aún, la superación del deseo natural de parar. Entre parar y correr hay un segundo de decisión en que el individuo transita por la cuerda floja de su voluntad. El corredor es un equilibrista que vence el vértigo del bienestar. El corredor es padre y madre de sí mismo; el corredor es huérfano porque nadie puede sustituir su voluntad de continuar adelante. 

Y es que el atleta entrena kilómetros de distancia y horas de soledad. Cruzada la línea de salida, empieza la puesta en escena de la vida. Los kilómetros no solo se abarcan con las piernas sino también con la cabeza. El principal órgano que trabaja el corredor es el cerebro. Se entrenan los músculos y también la voluntad, la ambición, los sueños, la concentración, la paciencia. El corredor es un ser pensador que se mueve. El corredor es un ser que sueña con practicismo. En la carrera -como en la vida- el individuo gana su posición a pulso. En la carrera no hay trampa, ni atajos, ni puertas de atrás, sino solo la línea recta que marcan las señales de los kilómetros. 

“¡Vamos chicas que los chicos ya pasaron hace media hora!” y mientras, suena la banda sonora de la película Carros de Fuego. Las bromas se asumen bien en la carrera. Solo corriendo se conoce el mérito de alargar la zancada y cuánto  esfuerzo supone conocer ese impulso del vientre que llena los pulmones de aire y poder. Afloran las supersticiones, las glucosas, los geles, beber o no beber….la debilidad. Cada corredor ha realizado la carrera que sabe y puede.

Y en la llegada el corredor deja ver su carácter sin disfraces porque el esfuerzo le deja a uno desnudo de correcciones sociales. Euforia, orgullo, sufrimiento, elegancia, alegría. Se oye por megafonía: “!Llegan a meta muchas mujeres y también llegan atletas! el subconsciente del speaker también se exhibe. Se vive como se muere y se llega a meta como se vive. Todo un espectáculo.

                 

                            

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