Una extraña adopción
Axo es un perro urbano que tiene madre humana. Bueno, a lo
mejor no es humana porque a veces la madre humana de Axo parece un gato
marcando su territorio y Axo lo sabe. María José es suave o árida según cómo y
con quién. No se sabe cuándo delimitó sus fronteras y sólo permite el paso en
su aduana después de serias comprobaciones. Axo pasó el control porque no
controló su carrera. Al parecer un día, mientras María José se enfangaba de
tierra las manos y el ánimo, Axito corrió como solo lo hacen los cazadores
nobles por el jardín de su dueña ausente. Y volvió a correr y a recorrer el
territorio marcado por la gata madre, pasando la frontera como si fuera un
refugiado recién llegado al país de María José. Fue entonces cuando ella no
pudo evitar abrazarlo y le concedió el visado.
Muy temprano, el perro con mirada de hijo, sale a caminar
por las calles con su dueña. Pero por la acera caminan tres: Axito, María José
y los propósitos. Siempre un afán, siempre un quehacer, siempre un proyecto,
hacer, hacer…Ella no sabe que su animal caza todo lo que a ella le sobra: sus incomodidades,
sus sueños, sus quejas…. Axo corre puro y ágil y cuando vuelve de su carrera le
devuelve la indisposición convertida en buen ánimo y risa con ironía; Nacha
Guevara sin cirugía estética; canciones nuevas y partituras antiguas; un buen
libro y cientos de cuadernos; viajes y melodías con voces graves.
Ahora, María José está plantando adelfas y Axo escarba en
el mismo sitio que María José para enterrar sus presas, imaginarias o no. Él
sabe que enterrando allí su caza no la perderá nunca porque las adelfas le
enseñarán el lugar exacto de su secreto.
Con su hueso de mentira, Axo quiere de verdad. Y está
seguro de que la madre de su país no permitirá nunca que el gran cazador sienta
la sangre de otro animal en la boca porque otro se lo mande. Él ya no acata
órdenes salvo, claro está, las de su dueña que descansa en el sofá mientras él
la protege contento.
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